La lgtb-fobia más intensa es la denominada transfobia, que destruye la vida de los sujetos integrados en la realidad trans, a la que pertenecen todes aquelles cuya identidad de género no se ajusta a la norma, por identificarse con el género contrario al sexo asignado o con uno diferente a los dos tradicionales masculino-femenino (se incluirían aquí las diferentes modalidades de género no binario).
Los gays,
lesbianas y bisexuales rompen las normas de orientación sexual. En cambio, les
trans lo hacen con las de identidad de género. Pareciese que violar estas
últimas reglas fuese más grave en términos sociales. No es que te atraiga quien
no debe hacerlo, sino que no te identificas con el rol social que te ha sido
asignado. La desviación se hallaría en la persona misma (en el ser), y en el
homosexual o bisexual se hallaría en el deseo, en el lugar hacia donde
enfocamos nuestra atracción erótica.
La manera
de organizar la sociedad de manera monosexual en hombres y mujeres conlleva
para algunos unos privilegios sociales, que amenazan a todes aquelles que pretendan
cambiar dichos valores. Les trans resultan ser un verdadero peligro, y como
consecuencia sufren castigos procedentes de los que les rodean, tanto en sus
entornos más íntimos como en contextos sociales más amplios. Algunos se sienten
autorizados para ejercer cualquier tipo de violencia física, discriminación,
insultos, exclusión o abandono sobre este colectivo. Muchos de estos maltratos
ni siquiera son denunciados, por ello se desconoce la magnitud real de este
panorama hostil, aunque se sabe con certeza que es considerable y que las
consecuencias de la transfobia son muy graves.
¿Por qué la
sociedad debe decirnos cómo vivir nuestra propia vida si no hacemos daño a
nadie? ¿Por qué se nos obliga a transitar por determinados comportamientos que
van en contra de nosotres, a tener determinados gustos, a no poder cambiar
nuestro cuerpo? Si el mayor experto en la vida de uno es un mismo, ¿qué hacen
las normas sociales amargándonos la vida, llenándonos en muchas ocasiones de
soledad, aislamiento y falta de apoyo?
Como bien
se establece en el libro Transexualidades (Platero, 2014), la intensidad de la
transfobia se acentúa en les adolescentes o jóvenes adultos y en las mujeres.
Les primeres son siempre mucho más vulnerables por su corta edad, viéndose
abocades a abandonar los estudios o a sufrir una autoimagen de rechazo. Les
segundes acostumbran a dedicarse al trabajo sexual ante la falta de
alternativas, pues el empresariado, en un ambiente lleno de prejuicios
tránsfobos y sexistas, puede permitirse marginarles debido a la ausencia de
políticas públicas de inserción laboral.
Este problema no goza de un gran reconocimiento como cuestión
social o política, sobre todo si se compara con los derechos de las mujeres en
general o de otras situaciones como el racismo o la diversidad funcional. En
los casos en los que se han producido intervenciones asistencialistas, tratando
de paliar los efectos negativos de esta fobia, se ha visibilizado a las
personas trans como un problema, provocando una estigmatización importante. Por
otra parte los medios de comunicación tampoco ayudan al reproducir imágenes
simplificadas, repetitivas y morbosas de este colectivo, creando un imaginario
social que influye en las creencias sociales que tenemos acerca de estas
personas.
La solución definitiva pasa por transformar la percepción
cultural, que va más allá de que ciertas leyes consigan ciertas cuotas de
igualdad, alcanzando un valor positivo en la diversidad, un reconocimiento del
valor de lo otro, de lo distinto a uno. Es ésta la denominada prevención
primaria, que requiere de apoyos sociales relevantes y visibles de las personas
que tienen la capacidad de influir sobre nuestra manera de pensar y sentir. Sin embargo,
las pocas acciones dirigidas a combatir la transfobia que se realizan por parte
de las administraciones públicas y las organizaciones sociales están enfocadas
en un segundo plano, la prevención secundaria, que consiste en reconocer que ya
hay personas que experimentan un rechazo transfóbico, generando acciones para
reparar esta violencia, como puede ser el cambio de nombre y sexo en los
documentos oficiales. Esto se considera una manera errónea de proceder. La
prevención primaria es la más barata y su estimación de costes/beneficios es
más positiva. Es ahí donde debemos focalizarnos, siempre sin olvidar que esta
prevención primaria tampoco será efectiva sin el necesario abordaje secundario.
FranVoluntario en Información LGTB+
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