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domingo, 29 de septiembre de 2019

¿Cómo eliminamos la transfobia?

La lgtb-fobia más intensa es la denominada transfobia, que destruye la vida de los sujetos integrados en la realidad trans, a la que pertenecen todes aquelles cuya identidad de género no se ajusta a la norma, por identificarse con el género contrario al sexo asignado o con uno diferente a los dos tradicionales masculino-femenino (se incluirían aquí las diferentes modalidades de género no binario).

Los gays, lesbianas y bisexuales rompen las normas de orientación sexual. En cambio, les trans lo hacen con las de identidad de género. Pareciese que violar estas últimas reglas fuese más grave en términos sociales. No es que te atraiga quien no debe hacerlo, sino que no te identificas con el rol social que te ha sido asignado. La desviación se hallaría en la persona misma (en el ser), y en el homosexual o bisexual se hallaría en el deseo, en el lugar hacia donde enfocamos nuestra atracción erótica.
La manera de organizar la sociedad de manera monosexual en hombres y mujeres conlleva para algunos unos privilegios sociales, que amenazan a todes aquelles que pretendan cambiar dichos valores. Les trans resultan ser un verdadero peligro, y como consecuencia sufren castigos procedentes de los que les rodean, tanto en sus entornos más íntimos como en contextos sociales más amplios. Algunos se sienten autorizados para ejercer cualquier tipo de violencia física, discriminación, insultos, exclusión o abandono sobre este colectivo. Muchos de estos maltratos ni siquiera son denunciados, por ello se desconoce la magnitud real de este panorama hostil, aunque se sabe con certeza que es considerable y que las consecuencias de la transfobia son muy graves.
¿Por qué la sociedad debe decirnos cómo vivir nuestra propia vida si no hacemos daño a nadie? ¿Por qué se nos obliga a transitar por determinados comportamientos que van en contra de nosotres, a tener determinados gustos, a no poder cambiar nuestro cuerpo? Si el mayor experto en la vida de uno es un mismo, ¿qué hacen las normas sociales amargándonos la vida, llenándonos en muchas ocasiones de soledad, aislamiento y falta de apoyo?
Como bien se establece en el libro Transexualidades (Platero, 2014), la intensidad de la transfobia se acentúa en les adolescentes o jóvenes adultos y en las mujeres. Les primeres son siempre mucho más vulnerables por su corta edad, viéndose abocades a abandonar los estudios o a sufrir una autoimagen de rechazo. Les segundes acostumbran a dedicarse al trabajo sexual ante la falta de alternativas, pues el empresariado, en un ambiente lleno de prejuicios tránsfobos y sexistas, puede permitirse marginarles debido a la ausencia de políticas públicas de inserción laboral.
Este problema no goza de un gran reconocimiento como cuestión social o política, sobre todo si se compara con los derechos de las mujeres en general o de otras situaciones como el racismo o la diversidad funcional. En los casos en los que se han producido intervenciones asistencialistas, tratando de paliar los efectos negativos de esta fobia, se ha visibilizado a las personas trans como un problema, provocando una estigmatización importante. Por otra parte los medios de comunicación tampoco ayudan al reproducir imágenes simplificadas, repetitivas y morbosas de este colectivo, creando un imaginario social que influye en las creencias sociales que tenemos acerca de estas personas. 

La solución definitiva pasa por transformar la percepción cultural, que va más allá de que ciertas leyes consigan ciertas cuotas de igualdad, alcanzando un valor positivo en la diversidad, un reconocimiento del valor de lo otro, de lo distinto a uno. Es ésta la denominada prevención primaria, que requiere de apoyos sociales relevantes y visibles de las personas que tienen la capacidad de influir sobre nuestra manera de pensar y sentir.  Sin embargo, las pocas acciones dirigidas a combatir la transfobia que se realizan por parte de las administraciones públicas y las organizaciones sociales están enfocadas en un segundo plano, la prevención secundaria, que consiste en reconocer que ya hay personas que experimentan un rechazo transfóbico, generando acciones para reparar esta violencia, como puede ser el cambio de nombre y sexo en los documentos oficiales. Esto se considera una manera errónea de proceder. La prevención primaria es la más barata y su estimación de costes/beneficios es más positiva. Es ahí donde debemos focalizarnos, siempre sin olvidar que esta prevención primaria tampoco será efectiva sin el necesario abordaje secundario.

Fran
Voluntario en Información LGTB+

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