Cuando una persona quiere mostrarse a los demás, intenta que
se manifieste lo mejor de sí mismo, su lado bueno, sus mejores cualidades, físicas, y de todo tipo de valores, deseando,como mínimo, caer bien a la
primera. Los mayores no podemos ser
competitivos con los jóvenes, en una sociedad en la que la buena imagen física,
la belleza juvenil es primordial. Los mayores LGTB nos dejamos ver poco, pero…
¿se nos desea ver? Digamos que esto es, también, cosa de dos. La mirada del
otro, pasa de largo, casi siempre, sea directamente o a través de una cámara
fotográfica o de vídeo sin pararse en los mayores.
“SOMOS INVISIBLES Y ADEMÁS NOS
HACEMOS INVISIBLES”
A la generación actual de mayores LGTB, las libertades
conseguidas por tan larga y densa lucha de nuestros colectivos nos han llegado algo
tarde, cuando teníamos demasiadas cicatrices de miedos, persecuciones,
discriminaciones familiares, escolares, laborales, cuando no detenciones
policiales o penas mayores. Iniciamos nuestra vida en medio del oscurantismo, y
de la represión total, del rechazo social a nuestra orientación
sexual, desde la niñez. La consecuencia natural es intentar pasar
desapercibido tanto estando solo como en grupo. Todos hemos elaborado nuestros
mecanismos de defensa para poder seguir viviendo y no deseamos perderlos, lo
cual conduce a la soledad, sobre todo, porque, por ley de vida, nos han
desaparecido nuestros familiares e incluso los amigos más queridos.
La mayoría de nosotros no hemos construido nuestra propia
familia, vivimos solos y de la soledad
se puede iniciar un camino peligroso, incluso, hasta el abandono de nuestro propio cuidado personal. Por eso, tal vez, necesitamos más que nadie una mano amiga,
que no nos rechace por nuestra doble condición de mayores y de pertenecer al
colectivo LGTB…
¿Cómo se puede conseguir esta ayuda? ¿Quién va a comprender a
cualquiera mejor que un similar? ¿Con quién se puede estar relajado, sereno y a gusto aunque sea en una mínima relación de camaradería? Con el semejante, con
quien no es preciso justificarse, ni competir, solamente estar, es decir con
otras personas de nuestro colectivo que posean unas características afines.
Aplicando los porcentajes de la escala de Kinsey a nuestros
Mayores, se obtiene que somos, en nuestra Comunidad de Madrid, varios miles de
personas LGTB, unas viven solas, muchas, por cierto; otras tantas residen muy
armarizadas, en el trasfondo de un armario muy oscuro y profundo, en el que no
existe el más mínimo lazo de unión ni de solidaridad con nadie. Hay quien puede
tener alguna enfermedad, o discapacidad más o menos severa. ¿Con quién hablan?
¿Con quién se relacionan? Solamente una minoría, muy minoría, está sociabilizada
entre sus compañeros LGTB…
Estos son unos pocos matices de la invisibilidad del Mayor
LGTB, como el de no creernos nosotros mismos las libertades conseguidas o el
temor a que no nos puedan ser aplicadas a nuestra propia situación y, el miedo al rechazo de nuestro entorno más
próximo.
Es el momento de intentar paliar esta problemática.
LOS MAYORES LGTB... TAMBIÉN EXISTIMOS
Con nuestras deficiencias pero también con muchas ganas de
seguir contribuyendo a la sociedad y más concretamente a las personas de
nuestro colectivo, a hacernos visibles, no solo en pequeños grupúsculos sino
como el número importante que somos, es decir conseguir el EMPODERAMIENTO de
los Mayores LGTB, y que por fin un día, no lejano, desaparezca esa situación
que tanto daño nos hace la INVISIBILIDAD.
Por Ramón Arreal
Coordinador del grupo de Mayores de Cogam
Un saludo al grupo de mayores... no olvido que tengo pendiente pasar a veros y hablar. Un abrazo & beso lila
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