La humanidad de los mayores de
treinta, un universo integrado por numerosos planetas creados en la infancia,
en cuya atmósfera estamos obligados a vivir el resto de nuestros días, no tolera
la diferencia consustancial a los LGTB+.
Las causas son el miedo a lo
desconocido, los prejuicios por la falta de información, la irritación que te
causa el que otro no cumpla las normas sociales de género (cuando sufres para
actuar conforme a ellas), o el deseo de sentirte superior, siendo la opción de
aplastar al LGTB+ una de las más sencillas.
Nuestra sociedad sólo tolera un
camino para llevar una vida plena y castiga a quien no lo transita. Siendo
personas de bien, no cabe en la cabeza alejarse de este sendero. Si somos
mujeres debemos ser dependientes, delicadas, frágiles; con dominio de las
tareas domésticas y del cuidado de nuestra propia imagen. Si somos hombres
debemos ser independientes, valientes, competitivos; no expresar nuestros
sentimientos y estar locos por el sexo. Es éste un camino que se incrusta en nuestro
cerebro; cuando otros compañerxs se desvían de él, los nefastos tipos de homofobia
cobran lugar.
Algunxs se limitan a sentir por
dentro esta aversión sin llegar a exteriorizarla. Otrxs realizan bromas,
chistes sobre los LGTB+ o los tratan como si no existiesen. Por suerte pocxs
llegan a la agresión física, pero cuando lo hacen las consecuencias son funestas,
tanto para el agredido (ansiedad, trastornos psicosomáticos, consumo abusivo de
drogas, sentimientos suicidas que pueden llegar a materializarse), como para el
agresor (angustia, mal humor, sufrimiento suyo y de su familia, imposición de
sanciones incluyendo las más graves de tipo penal).
Como se ve, sufre el sujeto pasivo
de la agresión pero también el activo. Y es que en realidad padece la sociedad
entera en su conjunto cuando no es capaz de respetar ni celebrar la diversidad.
La humanidad entera se ve sacudida al no comprender que el sector LGTB+ es tan
normal como el heterosexual, que ambos están igual de sanos mentalmente, y que
si buena parte de la sociedad no lo ve así no es justo y debe cambiar.
No debemos fiarnos de quien nos
aleja de la valentía de ser uno mismo, otorgándonos una gratificación social considerable
cuando transitamos el sendero marcado, pero que nos aleja de nuestro ser más
profundo, ocasionándonos una herida compuesta de vacío interior que comenzará a
sangrar cuando, por cualquier causa, la sociedad deje de apoyarnos. Nos
quedaremos solos: sin los demás y sin nosotrxs mismos.
Seamos valientes: apreciemos nuestra
diversidad consustancial. Un mayor número de recursos para la sociedad y un
sentimiento de plenitud del que podremos gozar cuando nos atrevamos a
conocernos y querernos.
Bajo este contexto de la vida
adulta, se cree que las relaciones entre los niñxs y adolescentes en colegios e
institutos habitan muy condicionadas por todo lo recién comentado. Ellos respiran el aire de la
cultura en la que viven: las expresiones de sus padres en su hogar o las
de los programas de televisión.
En la primaria, sin comprenderlo
demasiado, ya se lanzan contra sus compañerxs al grito de “¡maricón”!,
repitiendo insultos antes oídos. Aparece el bullying lgtb-fóbico para aquellxs
que no cumplen con las expectativas de género. Sufren en silencio ante este
comportamiento mantenido en el tiempo, con el deseo de hacer daño y que reciben
en situación de inferioridad. Temen el rechazo de su propia familia. Callan,
que siempre es la peor opción (“problema no expresado, problema agigantado”), y
la idea del suicidio aparece (los LGTB+ imaginan su propio suicidio tres veces
más que el resto).
En el primer ciclo de la Secundaria
se intensifica el bullying y nadie hace nada. Los compañerxs de clase, incluso
los de corte más humanitario, no se atreven a ayudar para no ser metidos en el
saco LGTB+. Otrxs piensan que mientras no les perjudique a ellos no hay
problema; sin darse cuenta de que un ambiente lesivo de los derechos humanos
hiere a todos, que ellos son parte del bullying también por no actuar; que el
que lo sufre está en inferioridad y no es capaz de defenderse, pero ellos se
sienten fuertes y no hacen nada.
La mayoría de profesorxs de nuestro
colectivo tampoco ayudan. No salen del armario para no ser estigmatizadxs,
privándoles de un refugio seguro a los que sufren. Ya nunca serán una manera
directa para la eliminación de los prejuicios en sus alumnos.
Buena parte de lxs directivxs del
Centro Educativo no suelen tomar consciencia acerca de este grave problema. Tardan
en actuar, y siempre quitando importancia al asunto, cuando otros tipos de bullying,
como el racial, se gestionan de un modo más inmediato. Tampoco establecen una
política clara del centro en favor de la diversidad y en contra de toda
discriminación, modificando sus reglamentos internos de conducta; ni cuentan
con personas capacitadas en los alcances del fenómeno LGTB+. Por supuesto que no
incluyen esta cuestión en las asignaturas ni generan charlas extracurriculares
en las que debatir y expresarse sobre este aspecto.
El Grupo de Educación de Cogam,
consciente de esta terrible lacra, acude desde hace años a numerosos institutos
de la Comunidad de Madrid dando charlas sobre la cuestión LGTB+. A través de la
información transmitida por sus voluntarixs la homofobia y los prejuicios se
reducen. Luchan por un lugar mejor donde vivir. Una pelea en la que deberíamos
participar todxs en la medida de nuestras posibilidades. No nos conformemos y batallemos
por nosotrxs mismos y por los demás siendo intransigentes con el bullying.
Fran
Voluntario en Información LGTB+